Austeridad, “Tego” y Fusté
¿Qué tiene que ver un programa de austeridad fiscal con dos personajes diametralmente opuestos? Mucho, porque, aunque sean de clases sociales y colores diferentes, pertenecen a un mismo sistema social.
Empecemos con las causas que han desembocado en el programa de austeridad (que llevará al ELA, y al sujeto que crea, a su disolución). El programa de austeridad es el resultado de la creciente separación entre el endeudamiento público y la producción y del vínculo de este endeudamiento con el ingreso improductivo.
En esta separación no tuvo nada que ver el puertorriqueño, sino las dinámicas del capitalismo (y de la geopolítica) mundial ante la creciente bajada de las ganancias mediante la producción y su reemplazo por las ganancias vía la compra y venta de activos financieros (bonos, “securities”, derivados, bienes raíces).
Esta dinámica comenzó en Puerto Rico cuando el capital estadounidense comenzó, vía las secciones 931 y 936, a utilizar la jurisdicción de ELA para depositar sus ingresos no relacionados con la producción en Puerto Rico. Asimismo, los depósitos 936 dejados en el sistema financiero isleño no se canalizaron mayormente para la producción, sino para préstamos de construcción de residencias y edificios comerciales o para comprar activos financieros.
Todo esto implicaba que la política de exenciones impositivas al capital extranjero del ELA, o del endeudamiento público mediante la renuncia de dejar de percibir ingresos, estaría progresivamente incentivando, no la producción y al empleo propiamente dichos, sino al ingreso no productivo, arriesgando, a largo plazo, su la sostenibilidad fiscal.
Los beneficiados de este sistema fueron, primero, el capital estadounidense (y sigue siéndolo porque la austeridad es para pagarle a él); segundo, los mediadores isleños (banqueros y sectores altos de la clase política) y, tercero, desarrolladores y profesionales vinculados entre sí, rentistas y empresarios que colocaban dinero para campañas políticas (a cambio de contratos gubernamentales). Así, los ingresos de la producción, cobrados mediante impuesto, se canalizaban hacia los improductivos, socavándose la plataforma economico-política que ellos mismo (externos e internos) usufructuaron.
Pero esta dinámica está antecedida por una varias fracturas de índole social, económica y política. La primera, la fractura ontológica vía la sociedad racista del siglo XIX (vigente todavía) que jerarquiza a aquéllos que por sus facciones físicas, visiones y sentires del mundo y comportamientos se alejaban del mundo occidental blanco. La segunda, la fractura interna política que fue la exclusión y persecución de todos aquéllos que cuestionaban el poder (colonial) de Estados Unidos en Puerto Rico y la exclusión colectiva que hace Estados Unidos contra Puerto Rico.
Y la tercera, la exclusión económica cuando la industrialización excluyó de la economía formal a la población mayoritaria. En el 1970, en el momento de mayor esplendor de Operación Manos a la Obra, se crearon 688,000 empleos a costa de excluir a 1,623,000 puertorriqueños (836,000 fuera de la fuerza laboral, 728,000 emigrados desde el 1950 y 59,000 desempleados). La actual condición de existencia de esa clase media (blanqueada) es paralela a la exclusión e “inferiorización” de la gran mayoría de los puertorriqueños (negra, mulata y campesina, ¿“cuponeras”?) porque esa dinámica de exclusión-inclusión es constituyente, que no derivada, del modelo del ELA.
Vamos con “Tego” y el juez José Fusté. Ellos representan dos Puerto Ricos muy diferentes. En expresiones recientes, “Tego” denuncia el colonialismo de Estados Unidos en Puerto Rico, la relación de ese país con la violencia isleña y la estructura mafiosa (de cartel o colusiva) con que gobiernan los partidos.
Fusté, en cambio, encarcela por 10 años a un mulato reguetonero del caserío por portar un arma y cantar lo que vive, denunciando el tercermundismo de Puerto Rico. “Tego” ve las estructuras simbólicas y materiales como causante de los problemas. Su condición de negro y de venir de abajo le permite ver eso. Fusté ve el problema como una cuestión de comportamiento individual. Su condición de blanco, clase media y de juez colonial lo limitan, por sus privilegios, a simplificar la complejidad social.
Con la austeridad se estimulará la visión (enajenada) de los Fusté (siendo ellos los que gobiernan), profundizándose la división y la polarización social.